La ruta de la basura
Un recorrido sin explorar
La ruta en dos minutos
¿Alguna vez te has preguntado cuál es el destino final de la envoltura de ese chocolate que comes para endulzar tu paladar, o de las decenas de botellas de agua que consumes para refrescarte? Aquí, un recorrido poco explorado que nos conduce a un problema real, en donde tomar conciencia es parte importante de la solución.
Recorrido
¿Cuál es el destino final de las 450 toneladas de basura que los piuranos producen a diario y quiénes se encargan de ellas? Presentamos un recorrido poco explorado, lleno de historias crudas y severos problemas ambientales que terminan afectando la salud pública y alterando el ornato en la ciudad.
Sentado frente al timón, Félix espera impaciente que sean las 6 de la mañana. Llegada la hora, conduce en dirección a un grifo donde se abastece de suficiente combustible para dar vida a una máquina que se encargará de recoger lo que nosotros ya no queremos. Ha iniciado su faena y en simultáneo a 12 choferes en la misma condición, ha dado inicio a la ruta de la basura por la ciudad.
El chofer de 56 años conduce una de las 13 compactadoras con las que cuenta el sistema municipal de Piura para el recojo de residuos sólidos en la ciudad. Se trata en realidad de paquetes funcionales, pues cada una de ellas sale del depósito bajo la dirección de un chofer- algo así como el capitán del barco- y dos corredores.
El equipo viaja a diario por 18 rutas en distintos puntos de la ciudad: 9 en el turno de la mañana, 7 en la noche y 2 en la madrugada. El primer recorrido inicia a las 6 a.m. y puede concluir a mediodía. El segundo, se realiza alrededor de las 3 de la tarde y se prolonga hasta las 8. Sin embargo, este horario puede variar, principalmente los lunes y martes, días en que más cantidad de basura se recoge debido a la acumulación durante el fin de semana, haciéndose necesario realizar hasta dos viajes en zonas muy “recargadas”.
Estamos en un traslado sin frenos. Porque aunque lento, las compactadoras de basura no pueden detenerse por mucho en ningún lugar. Un riguroso sistema GPS que es monitoreado desde el propio Ministerio del Ambiente, en Lima, impide que los vehículos retrasen su avance, no pudiendo permanecer por más de 5 minutos en un mismo punto. Aquí, el trabajo de los corredores se vuelve elemental.
Ir al ritmo de un camión no es tarea fácil. No para nosotros, pero para corredores como Marlon Java, es bastante sencillo. “Cuando te dedicas todo el día a esto, te das cuenta que lo difícil no es el desgaste físico que haces. Lo que de verdad es difícil es que la gente tome conciencia en intentar mantener limpias las calles. La mayoría saca la basura después que pasamos”, dice, mientras recuerda además la cantidad de veces que se ha cortado las manos a causa de vidrios o latas. Innumerables.
Un total de 180 personas, entre barredores, corredores, choferes y supervisores son los encargados del recojo de residuos en la ciudad. La reciente adquisición de trece compactadoras, cuatro camiones baranda (que sirven para la segregación de la fuente) y un volquete que apoya en el relleno sanitario para el trabajo de compactación y llenado, permiten concretar la ruta.
Además, se mantienen en funcionamiento 5 compactadoras antiguas que todavía se conservan en buen estado y son utilizadas para el trabajo de recolección, sobre todo en la zona del mercado, en la que es visible un impacto directo por el arrojo indiscriminado de desperdicios de los comerciantes.
Pero además del mercado, se han identificado otros 10 puntos críticos en la ciudad, que corresponden generalmente a zonas afectadas por el fenómeno de El Niño. Se encuentran entre ellos la Av. Sullana, la pared de la Universidad de Piura, el Río Piura, la Urb. San José y la Av. Circunvalación, donde la acumulación de residuos exige operativos de limpieza adicionales que se realizan una vez por mes.
Juan Echeandía, jefe de la Oficina de Ecología y Medio Ambiente de la Municipalidad de Piura, señala que uno de los grandes problemas de fondo es la difusión de información y reconoce que es un punto débil que el municipio no ha sabido manejar. “Mucha gente desconoce los horarios establecidos para el paso del camión y por ello sacan los desperdicios cuando la compactadora ya ha pasado. De esa manera se daña el trabajo, percibiéndose luego ineficiencia”, sostiene.
Tras 10 horas de recorrido y recojo, las compactadoras salen del casco urbano cargando 450 toneladas de basura, que es la cantidad de residuos que generan a diario los 70 000 piuranos del distrito.
Ha llegado ahora el momento de deshacerse de todo ello.
Relleno sanitario
Hasta el relleno sanitario hay aproximadamente 8 km de distancia. Todo lo que se bota, quema y arroja en la ciudad va a parar a este lugar, que es un ámbito totalmente abierto y expuesto a altas temperaturas, en donde muchas veces se producen explosiones por el material inflamable que contienen los desperdicios.
Aquí no solo ingresa la basura de Piura, sino también la de Castilla, Catacaos y 26 de Octubre, recibiendo un promedio total de entre 420 y 450 toneladas diarias, según la cuantificación del personal. Al relleno solo ingresan residuos de carácter municipal, es decir, no peligrosos, pues ante la abundante cantidad de elementos inflamables que antes se recibían -como trapos con aceite o arena filtro- se establecieron ciertas condiciones para dejar de recibir objetos de esta naturaleza.
Para el caso de hospitales, como el Regional, Reátegui y Privado, solo se permite el ingreso de residuos de “carácter domiciliario”, como papel higiénico o envases, pero de ningún modo agujas ni gasas, que son de carácter contaminante. Todos ellos tienen otro destino a cargo de un operador especial que hace las eliminaciones correspondientes.
Según reporta el Ministerio del Ambiente (MINAM), a nivel nacional solo existen 9 rellenos sanitarios en operación. Y aunque somos la tercera ciudad más poblada del país, según INEI, lo que realmente tenemos aquí es un botadero municipal. “Un relleno sanitario debe contar con un equipo especializado en el tema, capaces de hacer compus, por ejemplo. Esto consiste en reaprovechar los residuos orgánicos para hacer abonos con la ayuda de una planta de tratamiento. Acá, aún no contamos con ello”, señala Pedro Farfán, jefe de la División de Relleno Sanitario en Piura.
A través del programa “Perú Limpio” se pretende contar con todo el equipamiento necesario para hacer el tratamiento adecuado de los residuos sólidos en lo que sería verdaderamente un relleno. Pero esta intención parece vivir solo en proyecciones a futuro.
Resulta necesario, así, una intervención más efectiva por parte del MINAN, pues el botadero que hoy llamamos relleno en Piura existe desde 1993, tiene un espacio de 100 hectáreas y la normativa le exige -por un tema de salud pública- una distancia mínima de 8 km desde la ciudad. No obstante, por la expansión urbana, el botadero actualmente se encuentra a menos de 500 metros de la población y empresas que operan cerca.
Dinámica del proceso
Pedro Farfán, jefe del Relleno, explica uno de los procesos diarios que en el lugar ocurre. Todo inicia con el ingreso de los vehículos, para lo cual hay una persona encargada de ordenar la disposición final de los residuos. Una vez que pasa esto, la maquinaria se encarga de tres funciones: la primera es arrumar la basura; luego, nivelarla, es decir, extenderla para su posterior compactación y, finalmente, se programa una cobertura con arena por cada metro de residuos sólidos.
Son 14 personas las que trabajan en esta división: 4 en el área administrativa y 10 en campo, entre operadores de máquina pesada, guías y guardianes. En el lugar no existe un cerco perimétrico, lo que impide un control riguroso de los recicladores que ingresan al lugar, quienes pese a estar formados en dos asociaciones, tienen un empadronamiento deficiente que no permite una mejor organización.
Historias en ruta
Conciencia pública
El déficit del sistema público de limpieza no es ni la única ni la real causa del problema. Al subir a una compactadora o hacer el recorrido desde un vehículo externo a ella, es claro que no existe interés alguno en el ciudadano piurano por preservar las calles limpias, poniéndose en evidencia nuestra escasa educación ambiental. Ni siquiera las dos declaratorias de emergencia sanitaria del año pasado sirvieron de escarmiento.
Durante la ruta es común observar a más de un conductor de furgoneta llevando en su cabina grandes cantidades de desmonte que luego arrojan en espacios públicos alejados, aunque rodeados de viviendas. Es común ver también cómo niños y amas de casa sacan sus bolsas, sacos y baldes de basura cuando la compactadora ya ha finalizado el recorrido. ¿El resultado? Una calle medio limpia y con montículos que deberán aguardar hasta el día siguiente para ser recogidos.
El municipio no evade responsabilidad. La asume, de hecho, pero no garantiza un cambio visible en el corto plazo. Juan Echeandía, jefe de la División de Ecología y Medio Ambiente, enfatiza sobre el hecho de ejecutar acciones con las JUVECOS y colegios, con el propósito de alcanzar un trabajo de sensibilización que logre erradicar el problema de raíz. “Queremos trabajar en la educación de los niños para que desde pequeños entiendan la importancia de todo esto. Las generaciones adultas no comprenden y es por esa razón que muchas veces se les debe multar”, agrega.
Está pendiente además un programa de segregación para los recicladores, que tiene como objetivo mejorar la calidad de vida de estas personas y además, contribuir a la simplificación de la limpieza urbana para evitar la acumulación en el relleno. “De ser esto posible, la idea es que ya nada vaya al relleno, que más adelante ya no sean 450 toneladas, sino 20. Así evitamos también menos contaminación y que se puede fortalecer la idea de empresa, pues la basura ahora tiene un valor que incrementa cuando es exportada”, señala Echeandía.
Aunque trillada, la frase “mantener limpia la ciudad es tarea de todos” resulta la mejor síntesis en la ruta de la basura. Se trata de responsabilidades compartidas, que de ser garantizadas, aseguran una ciudad donde vivir sea un placer y no un riesgo.